miércoles, 7 de julio de 2021

Falda de niña sin patrón.

 Confeccionar una falda para una niña es una labor de costura de lo más sencilla que nos podemos plantear. Simplificando su estructura, se trata de un rectángulo, al que sólo hay que hacerle los dobladillos. 
 Al ser un corte lineal procura escoger una tela con muchos dibujos o de rayas. Las telas lisas no se aconsejan para este patrón. Yo he utilizado una tela de motivos de costura que mi cuñado me compró por ser mi amigo invisible en Navidad.

 Para hacer la falda necesitas dos medidas de la niña: su contorno de cintura y el largo de falda (de la cintura a la rodilla).
 La elaboración SIN PATRÓN de esta prenda es la siguiente:

 A partir de una tela de 1,5 m de ancho, cortar un trozo que mida el largo de falda más 3 cm para la cinturilla y más 10 cm para el dobladillo del bajo.
 Al ser una falda adaptable, es mejor dejar bastante dobladillo para ir bajándolo conforme crezca la niña. Y mientras tanto, le da peso y cuerpo a la falda.


 Remallar los extremos horizontales del rectángulo, o marcar un zig zag a la máquina de coser.

 La falda queda doble por delante, por lo que se marca la medida de medio contorno de cintura (más 2 cm de dobladillo) en los extremos del rectángulo.


 En la parte central del rectángulo coser a la tela un trozo de elástico que mida unos 5 cm menos que medio contorno de cintura. Será la parte que quede en la espalda.

 Coser el dobladillo de los lados sin elástico de igual tamaño que el elástico para formar la cinturilla.

 Remallar y cerrar los extremos del rectángulo con un dobladillo de unos 2 cm. 
 Marcar el bajo a 10 cm y coser a la máquina.
 Superponer las dos piezas del delantero, sujetándolas con un corchete en la parte interior y un automático en la parte exterior. Esta última se puede adornar con un botón.

 ¿Nos vamos de paseo? Ange ya está vestida...

sábado, 12 de septiembre de 2020

El bordado sobre tul de Noelia Morillo

 Si quieres ver encajes bordados en tul con maestría, tu mejor destino es un grupo de Facebook llamado Bordando tul, tutoriales con Noelia Morillo. La ligereza del tul, su delicadeza y su sensación de calma es la misma que transmite la voz de Noelia en sus videos. Estamos ante una de las manualidades que más abstraen, con su frágil realización consigue absorber a la bordadora.

 Cuando entré en esta comunidad, ya había organizado un trabajo en grupo: un pañuelo para bordar sobre tul, dirigido por ella, por Noelia Morillo. Mediante videos cortos nos indica la elaboración de cada parte del patrón, en un entorno de sencillez eminentemente práctico. Tras escuchar cada efímera grabación, tus ojos buscan la aguja para comprobar que eres capaz de repetir tan precisa y a la vez escueta explicación.
 El aprendizaje está asegurado, y se constata con el hecho que muchas encajeras que han acabado su pañuelo contactan con Noelia para adquirir el abanico a juego con el pañuelo, y bordarlo sin apoyo didáctico.
 
 Quedé con ella en hacerlo y escribir sobre el grupo en este blog, pero las ideas se van pisando en el tiempo y, al final, se retrasan más de lo esperado.

 Cambié algunas cosas, como el trabajar en plano, ya que sobre el rulo no me sentía cómoda, a pesar de que considero que es una forma muy práctica de bordar. Pero de este detalle aprendí a no guardar mi trabajo doblándolo, sino enrollándolo para no crearle pliegues al tul ni viciar al hilo ya bordado. Además, mis finales de vuelta no son como para dejarlos al aire, por lo que una cadeneta realizada con una aguja con punta corrige las formas de las figuras. Y así es el remate de mis primeros bordados en tul, aunque pretendo eliminar este adorno en mis futuros proyectos.

 Todos los pañuelos que habían realizado las compañeras en el grupo eran blancos o beige, así que decidí darle un poco de fuerza al mío, bordándolo con hilo gris sobre tul negro. Para el festón del borde y para el contorno de las figuras elegí el tono de gris más oscuro, situando estas líneas en segundo plano. Cuando acabe el pañuelo, aumentaré este efecto repasando el contenido de las figuras con una piedra de ágata, simulando a como se pulen los rellenos en el encaje de Aleçon, aunque en ese caso se utiliza una pinza de bogavante.
  Pero la aguja se quedó clavada en el tul, y el bordado bajo una tela para preservarlo del tiempo que pasaría sobre él. Sin embargo, la obligación de estar en casa de hace unos meses fue el momento perfecto para avanzar el trabajo. Y tanto avanzó que, al final, pude acabarlo, bajo la sombra de no tener hilo suficiente y la dificultad de no poder conseguir más. 
 Publiqué una foto desde la terraza cuando le dedicaba mi tiempo de nuevo, y creó bastante conversación. Ahora, os puedo enseñar un pañuelo con muchos novios y del que me siento bastante orgullosa, la verdad. No es el primero... ni lo último en tul.

                

  






  Trabajando sobre un rulo.


Bordando en la terraza.


                                                                                                     Festón de contorno en gris oscuro.


Recortando el borde con unas tijeras de Conchi Pérez.









jueves, 4 de junio de 2020

Colchas de verano.

 Hasta que llegan los cuarenta grados en julio y agosto, existe un tiempo de cambio en el que la ropa gruesa empieza a molestar, pero las noches piden algún pañuelo en el cuello. Es la época a la que yo llamo "de colchas de verano". Durante el invierno, los brazos del sofá y de los sillones están ocupados por mantas pequeñas que ofrecen el resguardo ante la caída del sol. Entre mis favoritas está una colcha beige que me hizo mi Tía Carmen. 
 No me gusta ver esos sitios vacíos durante el verano, así que, cuando llega el calor, cambio esas gruesas mantas por otras más ligeras, de algodón, y habitualmente hechas de crochet. Dan un ambiente fresco sin perder el detalle del complemento. 
 Al igual que a muchas os pasa, tengo varias labores empezadas. Una de ellas es hacer pequeños cuadrados de crochet, también llamados "grannys" o "cuadrados de la abuela", a partir de ovillos de colores, para luego unirlos y confeccionar así una manta. Creo que tengo ya hechos unos ochenta. A ratitos y en cualquier sitio se pueden hacer, es una labor que ocupa poco espacio al transportarla.
 Si sois seguidores de este blog, ya habréis adivinado que no se me ha ocurrido a mí. La idea de las colchas en los brazos del sofá es una costumbre copiada de casa de mi Madre. Y el hacer las mantas con restos de telas de colores... ¡pues también lo he aprendido de ella! 
 No conozco a nadie que haga crochet con la tensión tan exacta como mi Madre, ya lo comentamos en labores de crochet. Se puede pasar horas elaborando proyectos tan complicados como jerseys y chalequillos para sus nietos. Al término de estos trabajos, han surgido pequeños ovillos de distintos colores, que ha destinado a colchas de verano. Os puedo asegurar que los niños las usan bastante. 

Vista general, donde se puede apreciar la experiencia haciendo crochet.

 

 Esquina de la 
colcha de Manu.















              
Esquina de la colcha 
de Ange.      





¿Te apetece sentarte un ratito a charlar?


miércoles, 18 de marzo de 2020

Palillos de bolillos de madera (4).

 Recordar los difíciles comienzos de todo es valorar lo que se tiene ahora, y ayuda a apreciar el avance que se ha conseguido. Si se recuerda resoplando, entonces se ha avanzado poco. Sin controlar mi gesto al volver la vista atrás, sé que lo hago sonriendo, por lo feliz que fui, disfrutando de mis apreciados primeros cincuenta palillos de bolillos, de madera de Boj. A éstos le siguieron los adquiridos en el primer Encuentro de Bolillos al que asistí, en Huesca. Entrar en el pabellón y ver a todas esas encajeras haciendo sonar sus palillos a la vez... Sigo manteniendo esa ilusión dentro.

 Como era inevitable, mi Taller de Hilos ha ido creciendo. De no tener mesa donde dejar mi primer mundillo a no tener mesa donde dejarlos todos, a pesar de casi dos metros de mesa. Hay que puntualizar que deben compartir espacio con otros proyectos de costura. Siempre llevo varias ideas a la vez, porque dependiendo del tiempo que tenga me dedico a una o a otra actividad.

 En el mundo del encaje de bolillos existen manos que son muy admiradas por su maestría, dando lugar a encajes imposibles. Por otro lado, también encontramos artistas paralelos que facilitan el llegar a trabajar encajes de exposición: son los artesanos de los materiales. A veces son conocidos sólo a nivel local, cuando su arte no es de una tarde, y sus joyas provocan los más profundos sentimientos. En este grupo, destacan los proveedores de palillos de bolillos, obtenidos de diferentes materias, donde la madera es la más buscada. 


Bolillos alemanes, realizados en madera de Haya blanca. El hilo queda protegido de las manos con una funda desmontable en madera de Cerezo.

Palillos de bolillos de Bayeux en madera de Violeta, de Palo rosa y de Amaranto.

 Palillos de bolillos ingleses de Honinton en madera de Palisandro, y palillos de bolillos suizos Roman en madera de Guatambu y de Palisandro oscuro.

Palillos de bolillos en madera de Ébano, con distintos labrados, y de Bayeux en el centro. Estos palillos suelen ser los más admirados y también los de mayor valor económico.

 Actualmente, para realizar mis encajes dispongo de más de mil palillos de bolillos... Cuando llegué a mil, dejé de contarlos, porque siempre me faltan.




domingo, 9 de febrero de 2020

Colcha de crochet azul en zig-zag.

 En casa siempre han gustado los libros. Recuerdo observarlos de pequeña con una tremenda curiosidad, pero nunca tocarlos. Conforme fue pasando el tiempo, entendí que ya podía mirar su contenido.


 Entre las novelas, enciclopedias y libros históricos, llamó mi atención una colección de doce libros encuadernados al estilo de los años ochenta, en cuyo lomo se podía leer "Labores". Hoy visten una estantería en mi casa.



 No tengo palabras para expresar la ilusión por leer su contenido, a modo de fascículos, en el que se trataban varias técnicas. Las fotografías, muy de la época, mostraban, efectivamente, labores, con un marcado carácter hogareño, útiles en el día a día, infantiles o textiles de casa. Los diagramas y explicaciones estaban dirigidos a una experta ama de casa, acostumbrada a elaborar prendas de vestir y complementos de ajuar. Demasiado bagaje como para empezar a aprender...
 Sin embargo, una fotografía colorista consiguió hacerme pensar que sería capaz de lograr una labor similar a la que estaba observando.




 



 Con esta idea, comencé a tejer una colcha siguiendo un patrón en zig-zag, aumentando y disminuyendo puntos cada seis, a la vez que combinaba distintos tonos de azul, en franjas de diferente anchura.


 Este tipo de labores son tediosas, se alargan en el tiempo, y por lo general, suelen cansar por la rutina de su diseño. Conforme se va haciendo, va aumentando su peso, impidiendo el poder hacerla en otro sitio que no sea el sofá de casa. Por no hablar del calor que transmite, acotando la estación del año en la que se teje. En una primera interpretación parece que pretendo justificar el excesivo tiempo empleado para trabajarla. Sin embargo, intento enfatizar el valor que se incluye entre punto y punto, por la perseverancia y paciencia que llevaron a su conclusión.
 Pero, después de quince años, llega la satisfación de su fin. Y la alegría de haber prometido tan laboriosa prenda a alguien que quieres... ¡¡para que pueda dormir la siesta calentito!!








¡¡A la cama, moreno!!




lunes, 20 de mayo de 2019

Intentando crear encaje de Almagro

 La primera vez que acudes a un nuevo proyecto siempre es emocionante, pero las siguientes veces ya sabes lo que vas a encontrar, por lo que tu interés puede ser mayor. Es lo que ocurre en las clases de Ana Isabel Madrigal.

 Pude reconocerla mucho antes de llegar a la cafetería donde estaba desayunando con otras encajeras. Aunque era invierno y hacía frío, el calor de la emoción podría haber hecho innecesario el abrigo que llevaba, el cual, ahora desabrochado, simulaba una capa tras de mí, ocupando la acera desnuda de gente, en aquella nubosa mañana mirandesa.
 Entré en aquel bar directa hacia ella, imposible equivocarse, y aún tuvo el humor de presentarse... como si no supiera ya a quien me dirigía.
 El alboroto que generaban el resto de alumnas en torno a ella, comentando los progresos de la última clase, las dudas que encontraban y la lluvia de deseos de nuevas labores situaba a este grupo de encajeras en un ambiente de trabajo despierto y ansioso de conocimientos, aumentando mi curiosidad y complaciendo el esfuerzo por el traslado desde otra ciudad.
 Y aprender Rosaline perlada fue el resultado, como ya os conté en Una ciudad llamada Rosaline.

 De la última reunión con Ana, hace ya algún tiempo, regresé a casa con mil ideas hablándome a la vez. En esta ocasión, me sumé a las que solicitaban un primer contacto con el encaje de Almagro. De esa experiencia, logré acabar con agrado una pequeña muestra que me provoca una sonrisa, recordando las ocurrencias de Victoria y la energía de Yolanda.


 Comenzando la muestra de encaje de Almagro.
Trabajo en la almohadilla.
Trabajo final.












 












 







 En el camino de vuelta a casa, notaba que en la bolsa de mis materiales de bolillos se había colado la inquietud de practicar una característica del encaje de Almagro que no se incluía en el patrón de inicio: el metidillo. Pero para lograrlo necesitaba un patrón cuyo dibujo lo incluyera. Los patrones de encaje de Almagro no son fáciles de conseguir, no están tan disponibles como los patrones de otras técnicas. Ante esta dificultad sólo me planteé el dibujar yo misma un patrón acorde con los trazos que necesito.
 Y me puse manos a la obra...





 Así lucía mi almohada gallega, llena de bolillos que seguían mi primer patrón. Si el hacer encaje ya me llena el alma, el pensar que yo había marcado los trazos aumentaba mi sonrisa.
























   Ésta es la pieza de la alumna feliz, de la alumna que, con lo aprendido, sigue buscando más, hasta ser quien completa todo el proceso, desde el principio al fin.
 Qué acierto haber utilizado los suaves bolillos de ébano de Conchi Pérez, con su repiqueteo alegre.




 Supongo que te habrás quedado con la duda de saber qué es el metidillo. A mí me lo explicó Ana, como tantas otras dudas...




martes, 14 de mayo de 2019

Mantoncillo de gitana para Ange.

 Cuando te planteas hacer una labor que será un complemento de vestuario, la mayoría de las veces se trata de suplir una necesidad que no puedes satisfacer debido al coste de una prenda muy elaborada o por su ausencia en el mercado más próximo. Este último motivo es el que suele ser más habitual en mi caso. Incluso a la hora de adquirir los materiales, suelo ser quien pide lo que no se oferta, por el escaso comercio que produce. Es una situación que me ha llevado a comprar un pañuelo ya confeccionado para que terminara siendo una chaqueta vaporosa de verano.
 La alta sensibilidad de la yema de mis dedos no se conforma con la primera tela que toca, y si lo hace es por falta de otras opciones. Algunas veces me crispo cuando encuentro una buena calidad al tacto que chirría con ciertos irracionales diseños.
 Los tejidos adamascados suelen tener una serena elegancia. Se sitúan entre la constancia de los lisos, al mantener un solo color, y el protagonismo de los estampados, por sus bordados florales y redondeados. Pueden acompañar diseños de varios colores y ofrecer armonía. Incluso han sido la solución al dilema de combinar una tela que es mejor que vaya sola. Así ocurría con el último traje de gitana de Ange: era difícil encontrarle un mantoncillo. Hasta que decidimos hacerlo en mi Taller... con una tela adamascada en tono albero.

 Aprendí a hacer flecos deshaciendo los de un mantón... Después tuve que hacer los nudos que había quitado, claro. Por supuesto que hay muchos lugares a los que ir a aprender a hacer flecos, pero en horarios incompatibles primero con mis estudios y después con mi trabajo. Al igual que con otras disciplinas que he querido aprender, sabía que algún día lograría hacer flecos, aunque no siguiera las normas establecidas. De hecho, se puede decir que "me invento" las formas que voy flecando, pero estoy segura que ya tienen nombre y han sido utilizadas por muchas flecadoras.


Elaborando el mantoncillo de Ange.
 



Detalle del enrejao 
del mantoncillo.
  
 La forma de lucir el mantón define el estilo y la costumbre de haber vestido de gitana.



Ange ya sabe lo que se hace en la Feria de Sevilla, y le gusta. Le gustan los volantes, los flecos, ver su casa llena de ellos, y que su Madre también se vista de gitana. Desde muy chica golpeaba el suelo con sus pequeños tacones, heredando con orgullo la alegría del Sur.

 

 Si quieres ver más flecos, tienes etiquetas de flamencaestolas y mantoncillos en este mismo blog, y la pestaña de Flamenca.