jueves, 20 de julio de 2017

Mi Vainica se llama Elena.

 No recuerdo quién me llevó hasta aquel grupo de Facebook. Si pudiera recordar, no sabe lo agradecida que le estoy. En Artesanas del bolillo convivimos en igual tono principiantes, maestros y proveedores de materiales. Enseñamos nuestros mundillos, opinamos de los trabajos de los demás, resolvemos los problemas que nuestra pasión nos quiera presentar, quedamos en los encuentros y adquirimos materiales. Un día, como una pregunta más, Ana Isabel Madrigal, maestra de bolillos, comentó que si alguien sabía hacer Vainicas...

 El resultado fue la creación de un nuevo grupo de Facebook llamado Caprichos de Vainicas, capitaneado por Elena, o, lo que es lo mismo, Caprichos de Bolillos. Actualmente, este grupo se compone de más de 4.600 miembros.
 Caprichos de Bolillos se presenta como un blog en el que se pueden admirar y adquirir labores de bolillos con un alto grado de perfección. Ligas para novias, cojines de alianza, pañuelos de comunión y una extensa variedad de tocados para celebraciones son algunos de los testigos de la destreza y el tiempo que Elena administra en su taller. En las fotografías que expone se puede comprobar la capacidad que ostenta, ya que no le frena la dificultad del patrón, llegando a realizar motivos tan complicados como las hojas de guipur en una reproducción milimétrica.
 Su dominio en este arte se puede comprobar también en su canal de Youtube, del mismo nombre, corroborado por sus más de 10.600 suscriptores, y superando los dos millones de reproducciones de sus 274 videos.



 Esta ilusión por hacer vainicas era una idea que yo cavilaba hace tiempo, y mi primera reacción fue que me convertiría en la espectadora del grupo, debido a que ocupaba mi tiempo en otros proyectos. Pero tras el segundo video, la bondad de la voz de Elena consiguió convencerme para participar y hacer los ejercicios, con una satisfacción tal que sólo el resto de alumnos con los que comparto curso pueden comprender.



 Conforme avanzan los videos va aumentando la dificultad del ejercicio, sin que con ello disminuya la ansiedad por la siguiente vainica. Con ellas, cada alumno está elaborando su muestrario en distintos colores, y a cual más espectacular y con mayor gusto, dignos de formar parte del album de recuerdos que nuestra maestra está recopilando con una lógica satisfacción. Algunas de las fotos de los alumnos, como en singular y espontáneo concurso, podrían ser las portadas de conocidas revistas de la materia. Los más cuidadosos acompañan su vainica de adornos florales o de complementos de costura, comenzando conversaciones sobre los mismos, como fue el caso de un juego de dedal, guardajugas, tijeras y punzones, que para nadie pasó desapercibido. Algo similar ocurrió con diferentes tijeras.
 La búsqueda de descatalogadas revistas de vainicas o el abecedario para bordar nuestro nombre ocuparon bastante nuestro tiempo en común. Muy comentados fueron los bordados de siluetas de tijeras, y muchas compañeras están haciendo este curso gracias a que Sonia Plaza les proporcionó los materiales.

 Es inevitable que tengamos numerosas historias, ya que se trata de un considerable número de alumnos, entre los que se encuentran algunos artesanos y maestros del encaje de bolillos, como Ana Isabel Madrigal Francisco Cordero Carrión


Detalle del muestrario de vainicas dirigido por Elena.

 Elena, con su interminable paciencia, responde a cada pregunta, a cada comentario, bien en el grupo, por mail o WhatsApp, llegando a colapsar su tiempo. Es cuando descubrimos con deleite que es persona, que se debe a su familia, a sus dos pequeñas alumnas, lógicas beneficiarias de la habilidad de su Madre. Como consecuencia de este colapso, surge un sentimiento de compañerismo en el que las dudas más básicas o ya comentadas empezaron a ser respondidas por las que ya habían superado ese problema, con el alivio y aceptación por parte de nuestra profesora. Lo cierto es que muchas de las cuestiones son comunes y es más práctico el comentarlas en abierto al resto del grupo.

 Y todo gracias a ella, a Elena, para quien cada vainica tiene un nombre basado en su forma de ejecutar, o en el dibujo que resulta, o en como su Madre la nombraba. Para mí, mi Vainica se llama Elena, haga la vainica que haga. Porque mientras la bordo, estoy oyendo esa voz tan dulce, tan paciente, que repite incansable las directrices a seguir, con entrega, con disposición, con autoridad de maestra a sus alumnos. Y la escucho con admiración, con la atención del que quiere aprender, guardando cada palabra en la memoria con recelo. Tenemos mucho en común y, sin embargo, una opuesta disciplina: mi dedal de plata es mi bandera... ¡y ella no usa dedal! Hasta ese imperdonable detalle pierde interés cuando se habla de ella, de "la más caprichosa".


Muestrario de vainicas sin terminar del curso on-line que imparte Elena.

 En cada nueva vainica, Elena añade detalles de su arte heredado, sin esperar nada a cambio. Pero no va a ser así. Su legión de bordadores no saben ya cómo darle las gracias. Y yo, que soy una de ellos, no me conformo con una palabra. Así que, aquí tienes mi forma de agradecerte lo que me estás haciendo disfrutar con los hilos en el taller, en éste al que llamo mi Taller de Hilos.


GRACIAS, ELENA.


sábado, 15 de julio de 2017

Una estola de seda con flecos para Carmencita.

  Después de una década con tantos hermanos, reducir la vida a sólo una hermana se hizo extraño. Pero la generosidad y vitalidad de Tía Carmen consiguió cambiarlo todo. Me brillan los ojos al recordar esos veranos bajo el sol gaditano. Otra vez era la menor de muchos hermanos, que en esta ocasión iban a la playa en un Renault 12 ranchera de color burdeos, con tantos asientos imaginarios que el trayecto se hacía muy corto. Recuerdo perder el aliento ante la imponente figura de mi Tío, que aunaba su uniforme militar con expresiones de cariño. Tenía un admirado hermano mayor, bastante protector, y un divertido compañero de juegos que nunca ha parado de hacerme reir con sus ocurrencias. Porque esa arena y yo nos conocíamos desde hacía bastante tiempo, aún antes de tener conocimiento. Fue en un verano y con Abuela Nati pletórica por estar con tres de sus hijas a la vez. Al crecer en la vida, cambia el lado del prisma con el que ves el paisaje, llegando hoy a buscar, como en casi todas las opciones que se me plantean, un imposible: la arena sin sol. Tengo que decir que algunos imposibles los he conseguido...

 Esta nueva familia presentaba grandes diferencias con la anterior, y la más drástica era que ahora no podía elegir entre hermanas. Sólo estaba ella: la mirada que quería tener hermanas pequeñas. Recuerdo cerrar la puerta de su coqueto dormitorio para contarnos ningún secreto, huyendo de varoniles voces. Sus muñecas, sus libros de Enid Blyton y su bureau oscuro daban calma y misterio a ese cuarto de gran espejo con fotos enganchadas, donde nunca tuve intención de tocar nada para no manchar tan auténtico carácter.
 Carmencita para mí, Mari Carmen para los demás, siempre ha tenido una actividad tranquila pero intensa, combinada con su persistente cariño, y llena de una a veces incomprendida buena intención. Asombrosa cocinera y ordenada subalterna de su Madre, sonreía camino de la playa, presumiendo de primas pequeñas ante los vecinos. Imposible olvidar que, cuando estaba a punto de flotar en mi sueño sobre la arena, su voz sonaba firme anunciando el tan temido paso del tiempo, que obligaba a girar el cuerpo otro cuarto de hora en posicion inversa. A pesar de mis quejas, conseguía devolverme con un excepcional color de piel, impensable en mí.
 Muchas imágenes, algunas para siempre sobre el papel, llenan esos veranos con sabor a mortadela con aceitunas y competiciones comiendo arroz a la cubana, además de una inolvidable, única y sabrosísima ensaladilla rusa de Tía Carmen, de imprescindible cata bautizadora para todos los nuevos miembros de esa Familia de Verano.
 Y con el paso de los años, descubrí sorprendida que su ilusión por ser nuestra "hermana mayor" era muy superior a la diferencia de edad que nos separaba. Consiguió engañarme con su mayor secreto.

 Y es que Carmencita es la dulce mirada que te envuelve y protege. Una mano que te aprieta el brazo y te pregunta si estás bien, entonces ella también. El roce suave de un gato que ronronea. Carmencita es la familia, todos juntos, con sus padres en el centro. Multiplica las horas del día para impresionarnos; llega donde los demás pierden el aliento y abandonan. Es la constancia, el esfuerzo, hasta que consigue su objetivo. Todo en su sitio y conjuntado con estilo.
 Pero para mí, Carmencita es quien trajo el olor a jazmín a mi ropa de ajuar, quien me dio consejos en mi primer vuelo sola, y donde encontré el ejemplo de una vida exitosa y ordenada lejos de los de siempre.





 Para Carmencita, una estola en seda estampada de Emanuel Ungaro, con flores azules y moradas sobre fondo turquesa. Queda terminada con fleco de viscosa en malva, con el que se ha realizado un enrejado de dibujo habitual en los mantones de manila.

Estola de Carmencita adornando el juego de jarra y palangana de La Cartuja de Sevilla que Abuela Nati le regaló a mi Madre tras pasar juntas un verano en Cádiz.

 Esta seda tiene un tacto distinto a las que he trabajado anteriormente, y su brillo es cautivador. El dibujo floral violeta y azul pavo es protagonista sobre la sombra de hojas en dos tonos del fondo. En su revés se puede leer la marca de esta conocida firma de moda francesa, en distintas direcciones.









Feliz Día del Carmen.
 Un beso de tu rubia.



 Y enlazamos a RUMS para que lo vean las demás.

sábado, 1 de julio de 2017

Bordado mallorquín.

 Aunque mis ojos se vayan siempre hacia los encajes, a veces, me apetece coger la aguja corta y hacer algún bordado. Como casi en todas las ramas de la artesanía de los hilos en las que me he aventurado a trabajar, he tenido que buscar yo sola las bases de la realización, bien con un libro o con trabajos ya acabados, descifrando si estaban hechos a mano o a máquina. Aunque haya quien opine que buscar culpables es reflejo de una incipiente cobardía, esta tendencia que poseo de ir cambiando de un método a otro está influenciada por las revistas multidisciplinares, donde se presentan ejercicios de muy diferente ejecución, en admirables encuadres fotográficos. Esas páginas que ofrecen los recursos básicos para obtener tan admirables resultados ponen en marcha todos mis sentidos y me incitan a probar nuevos caminos en mi Taller.
 En algunas ocasiones, mi osadía por iniciarme me ha conducido a un estrepitoso batacazo, pero mi próximo objetivo tenía una característica que podría camuflar mi intromisión en cuanto a técnica: la combinación de colores. Distraer la atención en un resultado más artístico podría dar lugar a un exitoso trabajo, a pesar de algún error en la realización. Y si hay una labor de hilos con aguja corta que destaque por colorista, esa es el bordado mallorquín.



 Cruces de hilos, motivos geométricos y la convivencia de vivos colores en pocos centímetros son el patrón que se repite en telas de algodón, normalmente de color blanco, y en piezas más modernas, azul pavo, rosa y amarillo suave. Retorcidos zarcillos cuelgan de flores llenas de movimiento, recordando la naturaleza que los ha inspirado.



 El sol del Mediterráneo se vale del mercerizado del hilo para aumentar su brillo sobre curvas y rectas intercaladas en un típico diseño de recuerdo veraniego. Destinados a ropa de hogar para baños y dormitorios, algunos cojines e impresionantes manteles, bordar estos versátiles diseños es rodearse de la luz y la alegría del sur de Europa. Aquí se justifica la forma de ser y de vivir en esta zona. Yo pertenezco a ese grupo que puede cantar fielmente "... si yo... nací en el Mediterráneo..."


Juego de servilletas adornadas con bordado mallorquín, para el ajuar de mi hermana Merche.

 También es frecuente en los últimos años encontrar vestidos, faldas y pantalones adornados con tan singular bordado en sus remates, acompañado, para las más exigentes, de llamativas vainicas que sujetan el dobladillo de las prendas.